Hace ya algún tiempo que no me sentaba a escribir, unas veces porque sentía que no sabía qué decir, otras como escribirlo... pero la mayoría de las veces no sabía de dónde sacar el tiempo.
Últimamente vemos cómo el mundo se sorprende con los resultados de las elecciones, tanto en España como fuera de ella. La verdad es que si somos sinceros con nosotros mismos, no deberíamos sorprendernos. Día a día vemos que el espíritu de soberbia nos invade, la falta de cooperación los unos con los otros, la falsa creencia de que no necesitamos ayuda.
Paseo por los pasillos del hospital viendo como crece el "odio" entre especialistas, entre médicos - enfermeros, enfermeros-auxiliares. Por suerte no es un sentimiento generalizado, pero existe. Existe una cantidad innecesaria de personas que se creen dioses, que creen no necesitar a nadie y que su labor es la más importante. Juzgan y se ríen del trabajo de los otros, intentan demostrar que ellos son los mejores, lo cual hace que ante mis ojos sean los peores.
Estoy cansada del individualismo, de los que intentan pisar para destacar, de los mediocres que están tan acomplejados que creen que si hablan más alto... tienen más razón. He visto como levantan la cabeza, les he visto usar un tono repelente y un lenguaje cargado de tecnicismos para demostrar que ellos saben más que nadie. Pero para mí, eso no es ser un buen profesional. Yo creo en la obligación de ser humilde, en la autocrítica, en el perdón. Nos equivocamos y debemos reconocerlo ante nuestros pacientes, jefes, compañeros y ante nosotros mismos. No quiero convertirme en esa clase de persona, en esa clase de médico. Ni nadie debería seguir esa corriente, que invade nuestras calles y nuestros gobiernos.
“Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.”
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